Hoy estos sectores no son interesantes para el negocio bancario porque cuando el crédito se vuelve muy pequeño, la entidad tiene que cobrar una tasa más alta para poder cubrir los elevados costos fijos de llegar a un cliente rural, es decir: oficinas, personal, servicios, computadoras, etc. Lima ya es una ciudad relativamente bien bancarizada.
Entonces, el problema es cómo atacar la banca rural, porque los costos siguen siendo los mismos que si se atendiera a un cliente de la capital. Si se logra cambiar la forma de llevar el crédito a las zonas alejadas del país buscando mecanismos de menor costo, se conseguirá el objetivo de la inclusión financiera y a una tasa de interés que sea razonable.
Asimismo, en la medida que la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) proporcione las normas que flexibilicen los requerimientos a las entidades que quieren atender a los sectores más alejados, se logrará ingresar a este mercado a costos más bajos y, por lo tanto, no se tendrá que cobrar intereses tan altos a los clientes para operar en determinadas plazas. A veces, el regulador exige determinadas condiciones para operar en un lugar donde se hace caro el ingreso.
Pero también hay un tema de tecnología que se puede desarrollar para llegar a localidades con precios más económicos. Un ejemplo son los agentes corresponsales, donde el cliente va a una bodega y hace operaciones simples. Eso es una forma de flexibilizar. Una agencia tradicional es un costo demasiado elevado para atender a los clientes que solo quieren hacer operaciones sencillas, como pagos o retiro de pequeños montos de dinero.
Si se observa el negocio microfinanciero del Perú, que es mucho más urbano, y lo comparamos con México, encontramos en ese país tickets promedio de crédito mucho más bajos. Perú está en US$ 2,209, mientras que México tiene niveles de US$ 348. Pero la diferencia de tasas es abismal. A nivel local está en 28%, mientras que en el país azteca se cobra más de 72.2%. Y no se trata de una injusticia porque al banco mexicano le cuesta mucho llegar a los clientes pequeños con créditos bajos. Por eso la necesidad de flexibilizar las condiciones por parte del regulador para que no se termine cobrando tasas tan caras.
Entonces, si a través del dinero electrónico se acredita a un campesino una cuenta electrónica, este nuevo cliente podrá acudir a un comercio afiliado y hacer una operación de pago a otra cuenta electrónica, de tal modo que no hubo necesidad de que el banco lleve el dinero a una zona alejada. Solo se hizo el pago que necesitaba hacer este poblador rural a través de cuentas electrónicas, lo que no genera sobrecostos.
En la medida que sistemas de este tipo de vuelvan más competitivos, las comisiones que se cobren por estas operaciones también tenderán a caer, tomando en cuenta además que, de por sí, las operaciones electrónicas tienen costos muy bajos. Hay una intención del ente regulador de ir flexibilizando protocolos y, en la medida que esto se vaya dando, se permitirá llegar de manera más barata a los clientes rurales.
Hoy existen muchas iniciativas empresariales en el ámbito rural. Cuando estas empiecen a dar resultados, gracias a los préstamos de las microfinancieras, el resto de participantes del sistema se va a alinear y entrará a este mercado, generando mayor competencia y mejores condiciones para estos nuevos clientes.
El Estado también tiene la opción de acelerar este crecimiento, a través de esquemas más agresivos. Por ejemplo, que el Banco de la Nación entre a determinados lugares como plataforma para los privados. Otro camino son los fondos de cobertura o fondos de primeras pérdidas para las entidades que apuesten por entrar a estos sectores no atendidos. No se trata de que se perdone la morosidad de los clientes, sino que se cubran carteras como un incentivo o premio para la empresa que se animó a ingresar a un mercado poco conocido.
¿Cree que hay avances en el objetivo de la inclusión financiera?