El alto techo de la quinua y de los cereales andinos

El alto techo de la quinua y de los cereales andinos

La demanda mundial del denominado grano de oro de los incas irá en crecimiento, siempre y cuando mantenga todas las propiedades que le permiten ser reconocido en el extranjero como un alimento sano (por no tener productos químicos en su proceso productivo), muy rico en proteínas, fibras y minerales.

Por: Mijaíl Camborda el 11 Julio 2013

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techo_quinua_camborda.jpgLa principal característica de la quinua, al igual que la carne, es que posee aminoácidos esenciales que el cuerpo humano no puede sintetizar por sí mismo y, sobre esto, el hecho de no contener gluteno, un factor que desarrolla alergias en Europa.

De cada cinco niños europeos, cuatro tienen algún tipo de alergia y tres de ellos tienen algún tipo de intolerancia a la leche de vaca y/o a la proteína de leche de vaca, lo que conllevó a que en los 80' y 90' se busque sustitutos que fueron encontrados en la soya y sus derivados (leche de soya).

Así, esta última tuvo un crecimiento espectacular hasta que a comienzos del 2000 se detectó que el consumo permanente de soya producía alergia a la lecticina (principal aporte benéfico de la soya) y otras alergias ligadas a la utilización de agroquímicos y conservantes.

La quinua, el grano de oro de los incas, tiene una buena resistencia a las condiciones naturales difíciles pues crece en tierras áridas y barridas por los vientos del altiplano andino; requiere de poca agua, soporta bien las heladas y el calor, gracias a la sapopina, una sustancia aceitosa que recubre sus granos y repulsa a las plagas e insectos, lo que permite la casi nula utilización de insumos químicos.

El techo de los cereales andinos en el mercado es alto, siempre y cuando mantengan cualidades de productos orgánicos y que los agricultores sigan siendo propietarios de sus semillas e independientes de las grandes multinacionales agrosemilleras.

sumillas_techo_quinua_camborda.jpgSus virtudes nutritivas excepcionales y resistencia a condiciones extremas (en particular al frío, a la altitud y a la sequía) la perfilan como una alternativa al cambio climático, a las pérdidas de productividad de otros cultivos más sensibles y a la tendencia inevitable al alza de los precios internacionales de la carne y cereales.

Se están realizando experimentos en regiones, como el Magreb, India y África subsahariana, y deberíamos proteger o negociar nuestro aporte al mundo, porque sino nuestros milenarios productores de quinua y otros cereales andinos se verán confrontados al crecimiento de la demanda internacional, sufriendo la exposición a la economía globalizada sin estar preparados ni armados para competir.

En el año internacional de la quinua, ¿cómo hacer para que nuestros cereales andinos sigan contribuyendo a la seguridad alimentaria de sus productores y de sus consumidores?

Esta entrada contiene un artículo de:
Mijaíl Camborda
Master en Estudios Sociales de la Universidad Panthéon La Sorbona (París I). Antropólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se desempeña en el Área de Supervisión de Compromisos Sociales de la OEFA.
Profesor de la Maestría en Administración de Agronegocios de ESAN