El actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, padeció de malaria durante los años en que combatió el régimen de Anastasio Somoza. El sufrimiento que trae consigo esa enfermedad lo sensibilizó hasta el punto que en su segundo mandato ha puesto gran énfasis en esta lucha, y hoy Nicaragua se está convirtiendo en un país de avanzada  en el control de la malaria, conforme lo revelan las cifras de la OPS..

Un caso análogo es más cercano a nosotros. Durante su  encarcelamiento, Yehude Simon vio de cerca el drama de muchos internos afectados por tuberculosis. Esta situación lo conmovió tanto que durante su gestión como presidente del Gobierno Regional de Lambayeque apoyó decididamente la participación del Hospital Las Mercedes en el Sistema de Centros de Excelencia para el Manejo de la TB, comprometiendo la contrapartida correspondiente.

Luego, desde la presidencia del Consejo de Ministros, Simon siguió apoyando y a través de su iniciativa "Módulo Perú" conjugó los esfuerzos de los diversos ministerios focalizando su atención en zonas de mayor pobreza. Precisamente, uno de los "Módulos" que más huella ha dejado es el que se instaló en el Cerro San Cosme. Esta comunidad se ha convertido desde hace muchos años en una de las más preocupantes áreas de elevado riesgo para la transmisión de la TB. Afortunadamente, ha empezado a recibir de manera sostenida el apoyo del alcalde de La Victoria, Arq. Alberto Sánchez Aizcorbe, así como del Director Regional de Salud de Lima Ciudad, Dr. Juan Carlos Velasco.

Esta es parte importante de la herencia que aún mantiene el ministro de Salud, Dr.  Oscar Ugarte.

Estos dos casos nos llevan a los siguientes cuestionamientos: ¿acaso es necesario que un líder deba sufrir una enfermedad o estar cerca de ella para conmoverse e impulsar la  decisión de orientar los recursos del Estado a combatirla? ¿No debieran tomarse las medidas correspondientes porque el análisis de la situación muestra su gravedad y ello inclusive  despierta  voces que claman por declarar al país en emergencia por la TB?

Por otro lado, en el año 2005, luego de haber asignado recursos para la donación de medicamentos para la estrategia DOTS PLUS, vale decir para el tratamiento de la TB Multi Drogo Resistente, el Fondo Mundial de Lucha contra el VIH/Sida, TB y Malaria, requirió a nuestro país honrar su compromiso como condición para mantener el financiamiento del programa de Tuberculosis, caso contrario el país perdería importantes recursos comprometidos durante los siguientes tres años.

Frente al inminente riesgo, la ministra de Salud, Dra. Pilar Mazzetti, dio el decisivo paso para la institucionalización del DOTS PLUS en el Perú.

Este caso nos conduce a un nuevo cuestionamiento, similar al anterior: ¿es preciso que un líder deba afrontar cierta presión para aprobar la asignación de recursos para la lucha contra la TB?

Como lo hemos visto en los casos narrados, son varias las maneras de incidir favorablemente en las autoridades, sin embargo el asunto se hace más complejo cuando la respuesta nacional  a la TB no depende exclusivamente del Ministerio de Salud.

Como sabemos, la Tuberculosis es una enfermedad social íntimamente ligada a las desventajosas condiciones económicas y ambientales en que transcurre la vida de millones de peruanos y peruanas. En el lenguaje de salud pública a estas condiciones se les denomina "determinantes sociales" y son aquellas que caracterizan la multicausalidad de la tuberculosis.

¿Cómo enfrentar la multicausalidad? Ciertamente, a través de la multisectorialidad.

El escenario nacional de descentralización político-administrativa nos lleva a pensar que la respuesta debe provenir de la más alta jerarquía del gobierno, vale decir desde el Primer Mandatario de la Nación. A menos de dos años de la culminación de la actual administración, se hace difícil pensar en un golpe de timón que permita por fin encausarnos por la ruta de la intervención multisectorial, que vulnere las determinantes sociales tan simples (en apariencia) como el hábito de escupir en los espacios públicos o privados o tan complejas como viviendas y lugares de trabajo insalubres, vehículos de transporte público hacinados y sin ventilación, consumo de dietas pobres en proteínas y vitaminas, etc.

Una propuesta que sale del marco de los hechos antes descritos porque es el trabajo con los candidatos a autoridades ediles, regionales e incluso presidencial. 

¿Qué pasaría si cada una de las 35.000 personas que han adquirido la TB en los últimos 10 años y que aún se encuentran con vida (no menos de 300.000) se uniera con otras para solicitar a cada uno de los candidatos firme un compromiso de trabajar de manera efectiva por el control de la TB en el Perú? Convenientemente encausada, se convertiría en una corriente que aglutinaría a familiares, allegados, trabajadores de salud, agentes pastorales etc. cuyo caudal no sería desdeñable en absoluto.

Esta no sería la primera de las experiencias de este tipo, ya antes se impulsó exitosamente desde sociedad civil una iniciativa similar a favor de la nutrición infantil. Sin embargo, sí sería de lo más trascendente ya que lograría sacar al Perú del terrible sitial de ser el segundo país en las Américas con mayor incidencia de TB, solo después de Haití.

Foto: Andina (hospital5.jpg)