Perú lidera esta clasificación global de 55 países emergentes por mostrar un entorno regulatorio muy adecuado, un mercado competitivo e innovador y el mayor avance en las medidas de protección de los clientes. De los 55 países evaluados, Perú ocupa el primer lugar con un índice de 82.5, seguido de Bolivia (69.8) y Pakistán (69.7).
Ha sido un año muy peculiar para el negocio microfinanciero en Perú. Por un lado, no ha sido parejo para todos. Se observa que la mora sigue fuerte, hay entidades a las que les ha ido mejor que a otras. Si bien el entorno es bueno, eso no quiere decir que el negocio esté espectacular.
Sí hay condiciones de mercado atractivas para el negocio microfinanciero en nuestro país, donde se reconoce las diferencias entre un crédito microfinanciero y uno normal. En otros países, hay legislaciones donde se hace microfinanzas como si fuera banca comercial, eso es complicado porque el costo transaccional se vuelve muy importante dentro del proceso. Si se reconoce que el crédito es diferente, puedes trabajar mejor.
Por otro lado, Perú sigue avanzando en el tema microfinanciero. Hay énfasis en el objetivo de entrar a lo que es el Dinero Electrónico, que es una manera de masificar el crédito rural, el cual -por su naturaleza- es difícil de manejar por ser costoso. Pero, usando mecanismos electrónicos, se está en capacidad de atender zonas recónditas, ya que las entidades no necesitarán remesar el dinero, sino que el cliente lo manejará de forma virtual.
Asimismo, el nivel competitivo es adecuado. Hay gente que piensa que debe haber más competencia, pero sería mentirnos. La competencia actual es fuerte y agresiva, lo que pasa es que eso sucede en el ámbito tradicional, que ya está bancarizado. Las microfinanzas en el Perú son muy urbanas todavía. No es rural. En Lima, Trujillo, Chiclayo, las entidades del sector se "matan", todos van por el mismo cliente. El problema es quién se va a ir al pueblo alejado.
Hay algo que tiene que ver mucho con el comportamiento del cliente, quien puede cuidar mucho su primer crédito, pero no necesariamente el crédito en sí. Es problema es cuando lo sobrebancarizan, y al no ser un cliente muy preparado, se desordena y se le empiezan a juntar las cuotas. Lo ideal es que el cliente sea atendido por una o dos instituciones, como máximo.
Cuando en el entorno hay muchas instituciones, depredas la tasa; prestas en exceso al cliente; bajas las condiciones, es decir, ocurren anomalías que son malas para el sistema. Eso significa mayores moras, clientes más endeudados, primas de riesgo no adecuadas, etc.
Aquí es donde la regulación debe entrar a controlar el entorno competitivo. Es buena la competencia como concepto, pero si llega a un nivel extremo puede voltearse en desmedro del cliente. El regulador puede determinar que en caso de que haya clientes con muchos bancos respecto a su tamaño de deuda, se exijan más provisiones a las instituciones. Se trata de crear formas inteligentes para frenar el desorden.
Vemos también que la mora está alta en el sector microfinanciero. Hay instituciones que están por encima de 5%, ahí comienzas a ver que algo del modelo está fallando. Lo que pasa es que en las microfinanzas es muy fácil estafar. Puede haber promotores que, por querer ganar mayores comisiones, manipulan los balances de los clientes para que el préstamo salga. ¿Cómo evitas eso? Mediante el muestreo de los análisis de campo para supervisar la información de los clientes.
En el afán de crecer, puede haber instituciones que no están aplicando los modelos de la mejor manera. He visto que muchos participantes se han desordenado, en su objetivo de no perder clientes, y han empezado a suavizar sus normas, a adecuarse al mercado, debido a que hay mucha competencia. Ahí debe empezar a regular la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS).
¿Coincide en la necesidad de una mayor supervisión en el segmento microfinanciero?