La carrera es uno de los emprendimientos más importantes de nuestra vida y gestionarla es un proceso complejo que significa manejar múltiples factores y variables de diverso origen y naturaleza. Este primer artículo forma parte de una serie que escribiré en los que resumo conceptos, modelos, resultados de investigaciones, y lecciones derivadas de mi experiencia diseñando e implantando sistemas para gestionar carreras, así como reflexiones y consejos que pueden ser de ayuda y utilidad para algunos de ustedes.
Todos tenemos aspiraciones y deseos de progreso y éxito, sin importar el significado que asociemos a «progresar» y a «tener éxito". Comenzamos a diferenciarnos de los «solo aspirantes» cuando activamos una creciente lista de acciones encaminadas a ir logrando de manera deliberada -y con paso constante- metas y objetivos alineados a nuestra visión.
Puesto que la carrera es un proceso que tiene fronteras imprecisas, es importante preguntarse cuándo comienza y cuándo acaba. Además, es importante tener en cuenta que la carrera estará afectada por múltiples factores, a veces controlables, pero no pocas veces súbitos o azarosos. No hay que olvidar que tener un «cuadro total» puede elevar nuestra probabilidad de lograr el futuro que deseamos.
Si fuésemos un navegante que se lanza al mar con el deseo de llegar a algún punto, nuestra tarea sería menos incierta si sabríamos de antemano los rumbos alternativos que podríamos tomar. Si se tratara de una trayectoria más extensa y expuesta a mayores riesgos, debemos contar con cartas náuticas, una brújula magnética, un compás de marcaciones, instrumentos para realizar cálculos, además de haber estimado las provisiones que necesitaremos para sobrevivir.
Por otro lado, si contáramos con modernos radares, GPS, equipos de comunicación, reportes en línea del estado del tiempo y las corrientes, nuestra confianza aumentará tanto como la probabilidad de llegar a nuestro destino. El navegante sabe que, para avanzar hacia la meta, necesitará retroceder o cambiar de rumbo para sortear los obstáculos, corrientes, u otro evento natural súbito. Aunque el proceso de gestionar nuestra carrera contiene matices singulares y adicionales, el proceso general tiene muchas similitudes.
¡Qué diferencia con aquel navegante que lo hace sin tener claridad de puerto, o sin reparar en el rumbo que debe tomar, en los eventos que deberá enfrentar o en las herramientas e insumos que necesitará! Aunque la carrera se parece a un proceso de navegación adecuadamente operado, gestionarla es un proceso mucho más complejo. Además, debemos esperar que los resultados sean inciertos y los éxitos, no pocas veces, efímeros.
Un navegante, en cambio, puede tener una probabilidad cercana al 100% de llegar al puerto deseado si hace las cosas correctamente. En la carrera, aunque el 100% sea la cifra mágica, se trata de una aspiración móvil -se puede reducir tanto como elevar-. Se tienen atoros y estancamientos, avances y retrocesos, impulsos súbitos que nos acercan, corrientes que nos cambian de rumbo y, no pocas veces, barreras que parecen infranqueables. A veces eso también nos inspira y conduce a crear nuestras propias aguas para navegar en un mar que solo nosotros dominamos como creadores.
Aunque muchas personas circunscriben la definición de «carrera» como trayectorias que conducen «hacia arriba», también debemos comprender que la carrera involucra múltiples tipos de desplazamientos en los que el ascenso jerárquico es uno entre varios resultados esperables. En la carrera el indicador de éxito no solo es la cantidad y calidad de ascensos, sino también, el indicador es móvil y relativo pues su valor deberá ser interpretado según sea la etapa de la carrera en la que nos encontremos.
La carrera se forja y modela con la adquisición de aprendizaje relevante y alineado con mis aspiraciones y metas. «Aprender» es el resultado de las sinergias que produce la combinación de aplicaciones y experiencia de campo con el conocimiento formal que voy incorporado a mi saber. Forjar la carrera significa provocar que se produzcan esas sinergias. Para lograrlo existen múltiples tipos de movimientos que uno debe planear y decisiones que se deben provocar.
Las carreras exigen combinaciones de experiencia y conocimientos. En cada familia de carreras, sea en los campos de Finanzas, Construcción, Minería o Marketing, por señalar algunos, se exigen sinergias distintas. En algunas carreras las capacidades para saber hacer tienen un peso considerable en el progreso profesional. En este caso, las oportunidades para experimentar, poner a prueba lo que sabemos, desaprender, reaprender, aplicar y ampliar el conocimiento formal adquirido es una combinación potente que impulsa el avance.
En otras carreras, el dominio teórico y el aprendizaje incorporado por medios formales es una condición sustantiva sin la cual no es posible el avance. Ciertamente, múltiples familias de carreras se encuentran entre estos dos extremos. En el primer caso, el progreso profesional estará fuertemente asociado con la necesidad de lograr un creciente y cada vez más complejo aprendizaje operativo y de campo. Por ello, los movimientos de carrera tienen un ciclo relativamente más largo, pudiendo inducir a la sensación engañosa de que no estamos progresando. En el segundo caso, los ciclos de avance podrían ser más cortos pues el saber técnico se impone a los factores asociados con la experiencia y la preparación de campo.
Tomar control sobre mi carrera significa también buscar y tomar oportunidades que achiquen cada ciclo, mediante la aceleración del aprendizaje relevante. Cuando llegamos a un punto en el que lo que hacemos ya no nos produce aprendizaje relevante, estamos frente a una señal que debe obligarnos a pensar si ya es tiempo de cambiar. La sensación de no estar progresando se convertirá en incertidumbre cuando lo que hacemos solo produce valor para la organización. Estar mucho tiempo en esa situación nos hará perder rápidamente valor potencial o realizable siempre y cuando nos hayamos preparado para mejores cosas.