
Las dificultades para mantener la oferta de energía eléctrica al mismo nivel que la demanda puede tener un grave impacto en todos los actores del mercado. Es crucial analizar por qué se produce esta situación y qué medidas deberían tomarse al respecto.
El sistema eléctrico peruano ha disfrutado una sobreoferta durante más de diez años, lo que le permitió mantener precios bajos, condiciones muy competitivas para grandes consumidores y un suministro estable. Sin embargo, el escenario próximo luce más complicado, ya que este ciclo parece llegar a su fin y es necesario tomar acciones al respecto antes de que sea demasiado tarde.
La sobreoferta eléctrica del Perú fue producto de factores externos, como unas condiciones climáticas más favorables para la puesta en marcha de hidroeléctricas y el retraso de proyectos industriales y mineros, según Ernst & Young. El Estado también promovió el desarrollo eficiente de energía a través de la instalación de fuentes renovables y no convencionales mediante el sistema de subastas.
Otro factor positivo fue la matriz energética del país. La presencia de varias plantas a gas natural e hidroeléctricas, que empleaban abundantes tecnologías a costos eficientes, permitió mantener precios accesibles y garantizar el suministro continuo de energía.
El sistema eléctrico peruano se rige bajo un tipo de mercado denominado spot, en el que la energía se compra y vende según las necesidades del sistema. Además, el precio para los usuarios se calcula con base en el costo variable de la última central que ingresa al sistema. Por ello, la oferta y la demanda deben registrar siempre el mismo nivel.
La última central que ingresó al Perú era de gas natural y su generación de energía era considerablemente barata. Ello permitió que los precios se mantuvieron bajos durante los últimos años, pero podrían dispararse si la demanda aumentase al punto en que se tuviese que recurrir a centrales más caras.
El Comité de Operación Económica del Sistema (COES), organismo encargado de operar el sistema eléctrico peruano, proyecta que la demanda eléctrica para el 2026 crecerá un 3.9 %. Si la oferta no crece al mismo ritmo, el sistema corre el riesgo de empezar a operar demasiado cerca de sus límites, lo que conduciría a un aumento importante de precios. La situación puede empeorar si le sumamos los signos de saturación que registra la infraestructura de transmisión.
Otro problema para considerar es la vulnerabilidad del sistema eléctrico. Experiencias recientes como El Niño costero y el ciclón Yaku disminuyeron la generación hidroeléctrica y forzaron el uso de otras fuentes de energía, como el diésel. Episodios similares podrían volverse más frecuentes, ante el avance de los efectos del cambio climático. Si bien las energías renovables pueden mitigar el problema, su potencial aún es limitado.
Una eventual volatilidad de los precios tendría un impacto heterogéneo entre los usuarios. Aunque las distribuidoras suelen firmar contratos largos para ganar estabilidad ante posibles fluctuaciones, los consumidores libres (cementeras, centros comerciales, etc.) sufrirán el aumento de costos casi de inmediato.
Es clave atraer una mayor inversión para generar energía de manera más eficiente y asegurar un suministro continuo. Además, debe integrar nuevas tecnologías de almacenamiento y acelerar la ejecución de proyectos de trasmisión. Otro desafío urgente es el ajuste del marco regulatorio para garantizar su neutralidad, es decir, que no respalde a una sola fuente energética por encima de otras.
El Perú no puede ignorar la transformación del mercado energético o podría afrontar graves consecuencias sociales y económicas.
Referencias
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