
Jhonnatan Horna, profesor del área de Operaciones y Tecnologías de la Información de ESAN, reflexionó en Infobae sobre el error de contratar herramientas de IA por moda. El experto propuso tratar la selección del software como un proyecto en sí mismo, para asegurar que la tecnología genere valor real y no solo entusiasmo pasajero.
Recientemente, me detuve en un tema que me rondaba la cabeza: ¿cómo puede el gerente de proyectos tomar decisiones inteligentes al escoger software de IA? La respuesta a esa interrogante es aparentemente sencilla: no basta con que suene bien decir “vamos a usar IA”; hace falta gestionar el proceso como un proyecto, con estructura, enfoque en el valor y visión a largo plazo.
Desde mi experiencia, he visto cómo muchas iniciativas de IA comienzan con entusiasmo y terminan en arrepentimiento, trabajo duplicado o herramientas subutilizadas. Y la razón casi siempre es la misma: se eligió el software sin gestionar adecuadamente el proceso de selección. Entonces pensé: ¿y si lo tratamos como un proyecto más? ¿Y si aplicamos disciplina, rigor y claridad, como lo haríamos con un cambio de sistema financiero o con un portafolio de transformación digital?
Primero, aborda la selección de software de IA como un proyecto. Sí, suena obvio, pero muchas veces no lo hacemos. Por ello, el gerente de proyectos debe involucrarse desde el inicio, tanto en lo técnico como en lo estratégico, y definir el alcance, los criterios, los stakeholders, la validación, etc. Esto puede hacerse tomando en cuenta tres elementos clave:
Conectando estos elementos, el proceso de selección se define como un proyecto que entrega valor, no solo como una compra impulsiva.
Una de las trampas más comunes es dejarse llevar por largas listas de características: “tiene IA”, “tiene modelo predictivo”, “chatbot incorporado”, etc., sin detenerse en la pregunta más importante: ¿qué valor genera esto para el negocio o el usuario? Es fundamental conectar las características del software con los resultados que buscamos.
Esto implica que cada funcionalidad propuesta debe responder a preguntas como: ¿esta mejora reduce costos?, ¿mejora la experiencia del usuario?, ¿nos brinda una ventaja competitiva? Si la respuesta es dudosa, es una señal de alarma. No se trata de “cuánta IA” tiene el software, sino de “cuánta IA útil” ofrece. Un sistema con mil algoritmos que nadie usa vale menos que uno más simple que realmente transforma la operación.
Aquí es donde el gerente de proyectos debe mantener el foco: menos es más, si se dirige al objetivo correcto. Una buena práctica es considerar las siguientes preguntas para el proveedor:
Estas preguntas pueden ayudar a evitar el “software‑arrepentimiento” que tanto vemos, comprar una solución, romper presupuesto y resentirse años después, entre otros pesares.
Aunque estemos hablando de software de IA, no se me escapa algo fundamental: la tecnología no hace el proyecto, las personas sí. El gerente de proyectos debe cuidar la adopción. ¿Cómo motivar al equipo para que use la herramienta? ¿Cómo formar a los usuarios? ¿Cómo integrar esa nueva forma de trabajo en el día a día? Estas preguntas son tan importantes como los requisitos técnicos.
Los gestores de proyectos deben profundizar su conocimiento técnico para preguntar mejor, pero también liderar el cambio humano. Y aquí es donde el rol del gerente se transforma: ya no es solo ejecutor de tareas, sino facilitador de transformación.
Hoy es fácil pensar que “todos están usando IA”; pero no debe hacerse por moda, sino con un propósito, por el bien de la organización. Ese objetivo debe cimentarse con inteligencia, sobre la base del valor y con una gestión responsable de cada paso.
Si vamos a aplicar IA en nuestros proyectos, hagámoslo bien. Definamos el problema, reunamos un equipo diverso, exijamos métricas y planifiquemos la adopción con rigor. Porque elegir una herramienta no es un acto técnico: es una decisión de impacto y, como tal, merece nuestra mejor versión como gestores de cambio.
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