¿Conocen el típico caso de la novia "buena gente"?

¿Conocen el típico caso de la novia "buena gente"?

Algunos jefes, buscando evitar el recelo entre sus dirigidos, asumen medidas para opacar a empleados muy destacados. Luis Felipe Calderón, profesor del MBA de ESAN, se refiere a esta perjudicial conducta en un artículo para la revista Aptitus.

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Seguramente ustedes también entienden qué significa decir que una novia es "buena gente". Esta frase, aparntemente amable, puede terminar siendo peor que si se dijera la verdad: que la criatura en cuestión es realmente fea. Aunque no recuerdo quién ni cuándo, alguna vez alguien me contó que una novia le prohibió a su propia hermana asistir a su boda. ¿Por qué? Porque ésta opacaría con su belleza la inexistente hermosura de la futura esposa. Tras leer esto se preguntarán: ¿qué tiene que ver este caso con la vida gerencial? La verdad es que esta muy relacionado, aunque cueste creerlo.

Lo que les pasó a esta novia y su hermana resulta similar a una situación que se da cada día en ciertas organizaciones. Algunos jefes se desviven por deshacerse de quien luciría mejor en la boda... digo, en la empresa. Me refiero al responsable, al entusiasta, al que propone ideas innovadoras e ignora los estándares. Se trata de aquel cuyo hábito cotidiano, cuyo modus vivendi, consiste en destacar tanto como le sea posible.

Lejos de aliarse con estas personas, de estimularlas para que su "virus" se vuelva contagioso e incurable, a dichos jefes les resulta más fácil opacarlas y echarlas a la calle, para que nadie venga a mancillar la generalizada y monocorde mediocridad que el resto impuso en la oficina.

Me viene también a la mente un caso sucedido hace décadas. Un comentarista deportivo criticaba a un entrenador de fútbol por haber sacado de la cancha al único que estaba jugando bien y agregó, irónicamente, que el cambio era lógico: había que retirarlo para que no desentonara con el resto del equipo.

Así podemos ver también a gerentes mediocres, desanimando a sus mejores subordinados y deshaciéndose de ellos con trampitas sucias. El objetivo es "demostrarles" que no sirven, mientras que otorgan prebendas y ascensos a subordinados tan mediocres como ellos. Así acaban las cosas: con el más destacado saliendo de la cancha, y con el impedimento de entrar a la boda para quien desentona por ser el único en hacerlo bien. Se castiga al que juega limpio y en equipo, a quien suma realmente a su organización.

Leer el artículo completo aquí.

Fuente: Revista Aptitus.