
Luis Mendiola, profesor de los programas de Finanzas de ESAN, analizó en Gestión el futuro del Open Banking en el Perú. El experto sostuvo que este cambio profundo no se definirá solo en los laboratorios fintech, sino en la regulación y la confianza del usuario. Con la mira puesta en el sistema operativo para fines de 2026, Mendiola señala que el gran "talón de Aquiles" sigue siendo la identidad digital.
El futuro del open banking en el Perú no se definirá en los laboratorios de las fintech, sino en las oficinas de los reguladores y en la confianza del usuario común. Será un cambio tan profundo como la llegada de la banca móvil hace una década: uno que no solo implica compartir datos, sino también rediseñar la relación entre personas, instituciones y tecnología.
La Superintendencia de Banca, Seguros y AFP ya trazó el rumbo con la creación del Departamento de Open Finance. Su primera tarea es establecer estándares técnicos, modelos de gobernanza de datos y mecanismos de consentimiento. El objetivo: contar con el sistema operativo hacia fines de 2026, en coordinación con el Banco Central de Reserva, que deberá habilitar los pagos cuenta a cuenta (A2A) para consumo y comercio electrónico. Mientras tanto, bancos y fintech ensayan APIs limitadas para la agregación de saldos y la validación de cuentas, todavía en entornos cerrados.
El Perú no parte de cero, pero tampoco lidera. En el Reino Unido, donde nació el modelo en 2018, más de 15 millones de usuarios utilizan servicios basados en open banking y se registran cerca de dos mil millones de llamadas API cada mes. En Brasil, más de 800 instituciones integran el ecosistema, y el Banco Central amplió su alcance hacia el open data, incorporando sectores como seguros y pensiones. En ambos casos, el éxito no dependió solo de la regulación, sino también de la cooperación entre bancos, fintech y bigtech para crear servicios verdaderamente útiles: pagos instantáneos, préstamos en e-commerce o verificación de identidad en tiempo real.
En el Perú, el punto más débil sigue siendo la identidad digital. Abrir una cuenta o solicitar un crédito aún exige completar formularios y presentar documentos físicos. Con credenciales verificables, un ciudadano podría autorizar desde su celular que una empresa valide su identidad y su cuenta bancaria sin trámites. Sería una “billetera de identidad” autogestionada, donde el usuario almacene “billetes de datos” —académicos, financieros o médicos— y decida con quién compartirlos. Validar una sola vez y usar esos datos en cualquier servicio digital abriría la puerta a una inclusión financiera real: el 40 % de los adultos peruanos sigue sin acceso a una cuenta formal.
Un agricultor con identidad digital podría solicitar un microcrédito o un subsidio sin intermediarios físicos, algo casi imposible hoy en día, pero que podría hacerse realidad gracias a la inteligencia artificial (IA). Esta puede potenciar las soluciones de open banking, promoviendo confianza y eficiencia mediante el análisis de transacciones en tiempo real para detectar fraudes, la clasificación de datos para ofrecer productos personalizados y la automatización de tareas regulatorias. Si bien no sustituye las normas, las hace viables a gran escala.
McKinsey estima que los agentes inteligentes —es decir, sistemas de IA capaces de ejecutar acciones financieras sin supervisión humana directa— transformarán la banca minorista y de pequeñas y medianas empresas, generando hasta 200 billones de dólares en ahorros operativos globales hacia 2030. El riesgo, sin embargo, es proporcional al potencial: sin trazabilidad, explicabilidad y responsabilidad claras, la confianza se erosiona. En un país donde la ciberseguridad aún está en desarrollo, alcanzar ese equilibrio será decisivo.
Brasil ofrece otra lección: adoptó un modelo gradual con cuatro fases —datos de cuentas, pagos, créditos e inversiones— y superó los 50 millones de operaciones mensuales en menos de tres años. Hoy, Pix concentra más del 70 % de los pagos digitales. Su fórmula fue simple: identidad confiable, pagos instantáneos y datos compartidos bajo reglas claras.
Para el Perú, replicar un esquema similar requiere resolver cinco temas. Primero, contar con APIs abiertas y auditables. Segundo, establecer un consentimiento simple y revocable. Tercero, lograr una identidad interoperable con el RENIEC y los bancos. Cuarto, generar incentivos económicos que motiven la inversión de los actores. Y quinto, garantizar seguridad técnica y supervisión continua. Sin esos pilares, la regulación será solo simbólica.
Los bancos tradicionales temen perder el contacto con el cliente si otros se intermedian en sus servicios, pero la realidad demuestra lo contrario. Un informe de Deloitte señala que el open banking no “mata” al banco, sino que lo obliga a reinventarse. Quien controle la infraestructura, los datos y la confianza seguirá siendo relevante, aunque el punto de contacto evolucione. Además, la apertura puede crear nuevas fuentes de ingresos: préstamos contextuales, pagos integrados o verificación de identidad.
Las fintech, por otro lado, ven en este modelo la oportunidad de competir en igualdad de condiciones. Según estudios de Globant y DigitalAPI.ai, las startups con modelos abiertos reducen en un 30 % sus costos de adquisición y duplican su velocidad de onboarding gracias a la automatización. En Chile y Colombia, por ejemplo, los bancos ya cuentan con sandboxes regulatorios para probar estos flujos.
El impacto social también es evidente: una cooperativa podría verificar en línea el historial de pagos de sus socios y conectarse con un banco para otorgar crédito sin necesidad de papeles. Con IA, ese análisis se amplía: permite identificar patrones de gasto y ofrecer seguros o préstamos personalizados sin requerir un historial crediticio previo.
Pero nada de eso funcionará sin confianza. La ley peruana de protección de datos exige informar, proteger y permitir retirar el consentimiento. La SBS debe codificar estos principios en procesos transparentes, donde todo quede registrado y sea auditable. Si el usuario percibe que pierde el control, la desconfianza frenará el proceso.
Los próximos dos años serán decisivos. Si el BCR implementa un esquema de pago A2A y la SBS establece su arquitectura API, pronto podríamos contar con aplicaciones que permitan pagar servicios o impuestos directamente desde cuentas bancarias, sin necesidad de tarjeta. Luego vendrán los créditos incorporados y las billeteras de identidad. No es una promesa: ya funciona en el Reino Unido, Canadá y Brasil.
El reto inmediato será coordinar a bancos, fintech, reguladores y usuarios en un ecosistema de confianza. La IA puede ser el medio que haga posible esa colaboración, y la identidad digital, el pegamento que una todo: datos, seguridad y experiencia. Si el Perú avanza con decisión en estos frentes, el open banking dejará de ser una promesa técnica para convertirse en una política pública de innovación, competencia e inclusión.
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