De adulado, aduladores y demás mediocres

De adulado, aduladores y demás mediocres

Luis Felipe Calderón, profesor del MBA de ESAN, opina sobre el daño que la adulación puede generar dentro de una organización, al punto de dejar muchas veces relegados a ejecutivos competentes. Así se expresa en este artículo para la revista Aptitus.

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Superficialmente mirado, pareciera no merecer la pena hablar de ellos, pero no podemos ignorar la evidencia: ejecutivos decentes y dedicados se ven relegados -y hasta despedidos- por la exitosa confabulación de adulados y aduladores, dos de las subespecies más prolíficas de la fauna de mediocres que prosperan en nuestras organizaciones.

Adulados y aduladores son dos formas complementarias de inmoralidad que terminan generando severas patologías organizacionales. Son ejemplos de cómo, muchas veces, la mediocridad triunfa y prospera y el profesionalismo y la decencia pueden quedar excluidos.

El adulado normalmente asciende en la organización a través de diversas malas artes aunque, en el fondo de su subconsciente, sabe muy bien que es un auténtico mediocre y, como lo sabe, se desvive luchando para aparentar lo contrario. Toma poses de gran ejecutivo, autoritario y dictaminador, luce impecable en su terno de marca y, probablemente, tenga estudios de posgrado en el extranjero. Hasta puede que posea ciertos talentos, pero lo penoso es que solo los ha usado para aparentar y no para crecer en lo profesional, en lo emocional y en lo espiritual. Si solo miramos su cascarón, quedaremos impresionados con ellos. Son un claro ejemplo de lo que decía Enrique Jardiel Poncela: "Algunas gentes son como un capullo: por fuera seda y por dentro solo un gusano que se retuerce".

Como el adulado necesita permanentemente la reafirmación de su endeble ego, necesitará exagerados signos exteriores de que es grandioso. De modo que él mismo se dedica a gritarlo a los cuatro vientos, a repetírselo a sí mismo, y necesita enfermizamente gente a su alrededor (el adulador) que se lo repita hasta la saciedad. El adulado es fanático de ese enfermizo falso consenso en que todos fingen estar absolutamente de acuerdo con él y en que aplaude ruidosamente cada una de sus torpes iniciativas. Son adictos a la aprobación ajena y a la aclamación rotunda, drogas sin las que sus miserables egos se vienen al suelo. Es decir, recuperan su verdadero nivel.

Lee el artículo completo aquí.

Fuente: Revista Aptitus