Una regla básica, quizás la principal, en cualquier gestión de crisis es no mentir. Tampoco vale declarar medias verdades y, menos, negar u ocultar los hechos.
Hace más de cien años, y en medio de la Primera Guerra Mundial, el senador estadounidense Hiram Johnson expresó que cuando llega una guerra, la primera víctima es la verdad. Unos años después, desde Londres y ya en épocas de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill declaraba que, en tiempos de guerra, la verdad es tan preciosa que debería ser protegida por un guardaespaldas de las mentiras.
El presidente Castillo no se encuentra en una guerra, pero sí en medio de una crisis muy severa, la más crítica en su corto periodo de gobierno. La guerra ya está declarada y dependerá de lo que haga el mandatario para, en el mejor de los casos, enfrentarla de forma adecuada sin que hayan muertos ni heridos civiles.
Para Pedro Castillo, y el Gobierno en general, salir airosos sería imposible porque carecen de gestión y buenos reflejos. En este campo de batalla, la otra parte no solo tiene respuestas rápidas, sino que cuenta con mejor "logística" militar. ¿Qué armas o estrategias de guerra podría exhibir el presidente Castillo para enfrentarla de manera adecuada? Propongo solo tres.
La mentira agrava la crisis, la enciende hasta niveles poco controlables. Además, desgasta a quien se encuentre en medio de ella y, al crear un ambiente de desconfianza total, lo deslegitima ante los otros. No importa lo que se diga o se haga, porque cualquier declaración siempre será asumida con duda extrema.
Por todo ello, aceptar el error y corregir siempre será el mejor camino. Optar por el silencio tampoco es recomendable, porque ello suele expresar culpabilidad o, en el mejor de los casos, falta de decisión y ausencia de compromiso para enfrentar el problema. Además, el silencio siempre será llenado por otros y no necesariamente de manera favorable para quien cometió el error.
Es una estrategia más operativa, pero igual de conveniente para esta etapa de la crisis. Consiste en formar un comité de crisis y encerrarlo en el war room, término prestado de las actividades militares para describir aquel cuarto donde se reúne un grupo reducido de personas para dedicarse, en forma exclusiva, a gestionar la crisis. En este espacio, de manera consensuada y rápida, se toman las principales decisiones en torno a la gestión de la crisis: caminos para abordarla, acciones de corto y largo alcance, estrategias de comunicación, voceros y mensajes a comunicar.
Este comité debe actuar con prontitud, ya que tenemos a un presidente con poca capacidad de decisión y respuesta rápida. Basta recordar los diez largos días que le tomó despedir a su secretario general, Bruno Pacheco, pese a que todas las evidencias indicaban que había cometido actos ilícitos en su gestión. Lo mismo sucedió con otros ministros y funcionarios cuestionados.
Debido a que el Gobierno irá, al parecer, de crisis en crisis, haría bien en mapear con frecuencia los escenarios políticos y sociales para elaborar planes de respuestas o de relacionamiento. Citar a líderes políticos a pocos días de la discusión de la vacancia en el Congreso no parece ser una decisión pensada con anterioridad. Cada batalla se gana o se pierde antes de ser empezada, decía Sun Tzu en El arte de la guerra.
En conclusión, las crisis se gestionan, no se ignoran o subestiman. Y se gestionan desde la aceptación de los hechos y las culpas, mostrando arrepentimiento, corrigiendo errores, despidiendo o separando a los culpables o sospechosos. También es necesario enviar señales de control de la situación, o control de daños, mediante una comunicación pronta y transparente. Decidir, resolver y comunicar son las máximas en una gestión de crisis. Además de comunicación, también se requiere liderazgo.
El presidente de la república es la autoridad más importante del país y su conducta no solo impacta en las expectativas y el ánimo nacional, sino también en la gobernabilidad, la democracia y la continuidad del Gobierno. Han pasado muchos años desde la Primera o Segunda Guerra Mundial, pero, si algo podemos rescatar de Johnson y Churchill, es el concepto de la verdad: un valor potente, tangible, invariable y apreciado que nunca debe perderse.
Magister en Comunicaciones de la Universidad de Missouri-Columbia, EEUU. Posgrado en Responsabilidad Social y Sostenibilidad del IE y Diplomado en Reputación Social de la Universidad de Navarra. Comunicador Social por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Consultor y asesor en temas de comunicación corporativa, reputación y responsabilidad social. Ha sido Gerente de Comunicación y Sostenibilidad en LAMSAC y asesor del Despacho Ministerial en el Ministerio de Educación del Perú. Actualmente, es Director de Proel y gerente Perú de Villafañe.
La incertidumbre del escenario actual aumenta las posibilidades de que las empresas puedan sufrir algún tipo de crisis durante este año. Sin embargo, existen cinco pautas que se pueden seguir para evitar esta situación.
Siempre se ha dicho que toda crisis es, también, una oportunidad. La crisis que hoy afronta Repsol nos deja una serie de aprendizajes que debemos tomar en cuenta para evitar caer en la misma situación.