
Jhonnatan Horna, profesor del área de Operaciones y Tecnologías de la Información de ESAN, precisó en Gestión que la adopción de la IA no es un desafío tecnológico, sino de gestión del cambio. El docente sostuvo que, para evitar que estas herramientas terminen abandonadas, los líderes deben priorizar la utilidad real sobre la novedad y crear un entorno seguro donde el equipo pueda experimentar sin miedo al error.
Me ha llamado la atención cómo la inteligencia artificial aparece en tantos equipos con expectación y desaparece con resignación. Empezamos con demos brillantes y promesas de cambio, para terminar preguntándonos: ¿y ahora qué hacemos con esto? El gran reto no es la tecnología, sino la gestión del cambio: pasar de la “duda” a la “habilidad” en la adopción de IA.
Esto debemos verlo con los lentes de la gestión de proyectos, porque, en el fondo, liderar la adopción de IA es un proyecto más. Uno que no solo entrega software, sino que transforma la cultura, la forma de trabajar y la percepción del equipo.
Para que un equipo adopte IA, primero necesita sentirse libre de fallar. Sí, como lo lees. Si cada error se penaliza, ningún colaborador va a probar nuevas herramientas, ni a explorar ni a cuestionar. Necesitamos un ambiente donde la experimentación sea bienvenida, donde los “ensayos” se valoren y donde el aprendizaje prime sobre la perfección.
En mi experiencia participando en iniciativas de cambio, esto significó abrir espacios piloto, definir límites claros (“esto es para experimentar”) y celebrar los pequeños logros (“oye, probamos y vimos que X no funciona, pero aprendimos Y”). Así, el equipo deja de ver la IA como una amenaza y empieza a verla como una oportunidad.
Y ojo: el gerente no necesita convertirse en el gurú de la IA. Su rol es crear el puente entre el beneficio del negocio y la realidad humana del equipo. Es conectar la estrategia con la gente. Porque la mejor herramienta jamás reemplazará a un equipo que no confía en ella.
Muy común: aparece una herramienta de IA con mil funcionalidades —modelos, dashboards, automatización— y el equipo las revisa como si fueran juguetes nuevos. Pero después… nada. Porque nadie definió cómo esas funcionalidades aportarían valor real.
Así que mi enfoque ha sido: antes de evaluar la herramienta, evalúa el problema. ¿Qué tarea frustrante elimina? ¿Qué decisión agiliza? ¿Qué resultado cambia? Si la respuesta es débil o ambigua, mejor no invertir todavía.
Uno de los equipos donde trabajé lo aplicó así: definimos tres casos de uso claros, mínimos y de alto impacto; luego evaluamos cinco herramientas con una prueba corta y medimos tiempo ahorrado, errores evitados y satisfacción del usuario. No elegimos porque “tiene IA”, elegimos porque “hace esto que importa”. Y funcionó.
Para no quedarnos en la generalidad, dejo aquí algunas preguntas que todo líder de adopción de IA debe plantear antes de arrancar:
Estas preguntas me han ayudado a evitar los «pilotos eternos» que nunca se escalan, los softwares bonitos que nadie usa y los proyectos que se quedan en promesa. La adopción de IA no es una revolución tecnológica pura: es una transformación cultural. Porque detrás de toda herramienta hay personas que deben cambiar cómo trabajan, qué aceptan como “normal” y qué esperan de su trabajo.
Como líder, mi trabajo es acompañar ese cambio, facilitar, capacitar, escuchar miedos, dar espacio al feedback, mostrar lo que funciona. Porque si no escuchas al equipo, la mejor IA del mundo se queda en la estantería. Y algo que aprendí: no es suficiente enviar correos o videos de capacitación. Hay que involucrar al equipo en la definición de uso, en la prueba y en la mejora. Cuando la gente tiene voz y participación, la adopción sube radicalmente.
Elegir e implementar IA no es un “luxury case” para decorar iniciativas de innovación. Es una decisión de proyecto que puede transformar o enterrar iniciativas. Si lo haces a ciegas, sin personas y sin valor, será un gasto más.
Te animo a que mires la adopción de IA como una extensión de tu papel como gerente de proyecto: clarificar el problema, gestionar el cambio, medir el impacto y liderar con empatía. Porque la tecnología no cambia nada si la gente no cambia. Y cuando el equipo empieza a decir “sí, esto me ayuda” en lugar de “otra herramienta más”, ahí estás realmente liderando, pasando de la duda al dominio, del piloto al impacto real.
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