
Hace 60 años, nuestra institución dio sus primeros pasos en la formación de los líderes que necesita el Perú para su desarrollo. De las primeras clases dictadas en la sede inicial, en San Isidro, hemos pasado a un campus más extenso y moderno en Monterrico. Si bien hemos sumado cada vez más espacios de aprendizaje para potenciar la educación de nuestros alumnos, las áreas verdes mantienen un espacio preponderante.
Una prueba de ello es el gran pino que permanece de pie y que constituye un emblema de ESAN y de nuestro vínculo con Stanford, cuyo decano de su Escuela de Negocios, Jonathan Levin, arribará al Perú para unirse a las celebraciones por nuestro 60° aniversario. Repasemos un poco la historia de este árbol icónico para nuestra escuela y que, a su vez, es testigo de una larga historia de logros y realizaciones.
Los orígenes de nuestro pino se remontan a 1970, en la última Navidad en la casona de la avenida Santo Toribio, en San Isidro, primera sede de ESAN. En aquel entonces, parte importante de la plana docente provenía de la Universidad de Stanford. Ana María Villanueva, quien luego sería directora de Relaciones Internacionales, compró un pequeño pino en maceta para adornar las oficinas durante aquella temporada festiva.
En 1971, el pino fue trasladado al campus actual de Monterrico y siguió creciendo hasta que la maceta donde se encontraba ya no podía contenerlo. Fue entonces que Ana María Villanueva decidió plantarlo en el jardín, frente a la oficina de la Dirección Administrativa, donde siguió desarrollándose en un espacio más abierto y amigable.
Más adelante, Tulio de Andrea, nuestro primer decano peruano, planeó construir un camino que pasara por el pino, que crecía cada vez más con los años. Tras consultarle a Alberto Zapater, exdecano de ESAN, el árbol fue desplazado unos metros y, pese al miedo inicial de no saber si moriría por el traslado, continúa de pie hasta hoy, como un ejemplo de la resiliencia que ha demostrado nuestra institución a través de los años.
Antes de la llegada del pino, su figura ya formaba parte de nuestra identidad institucional. En 1963, ESAN se planteó la necesidad de contar con un logotipo y convocó un concurso universitario de diseño. Se escogió a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) como posible candidata y se compartieron algunas pautas para el diseño final.
El logotipo de ESAN no solo debía incluir este acrónimo sino también debía contener elementos visuales que guardasen relación con símbolos peruanos y con parte del logo de la Universidad de Stanford, cuyo elemento central es un árbol Secuoya. Tras conocer muchas propuestas, resultó ganador el diseño de Margaret Cugler, estudiante de segundo ciclo de Arquitectura de la UNI.
La creación de este logo significó un paso más en la organización y creación de la escuela, y empezó a utilizarse en casi todos los materiales impresos como un medio adicional para identificarla. Han pasado los años y el diseño original ha sufrido varias modificaciones, pero su espíritu se mantiene hasta la actualidad.
En el marco de las celebraciones por nuestro 60 aniversario, nos comprometemos a sembrar nuevos caminos para seguir dejando huella en los profesionales que pasen por nuestras aulas. El 25 de julio, como un acto simbólico y perdurable de este compromiso, Jaime Serida, nuestro rector, junto con la comunidad ESAN, plantará en el jardín del central un pino que recibió de manos del anterior rector Jorge Talavera. El evento, que simboliza el inicio de una nueva etapa en nuestra historia, también contará con la presencia del decano de Stanford.
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Lydia Arbaiza, decana de ESAN, destacó en Gestión que la orientación a resultados es la filosofía clave para que las empresas peruanas trasciendan la coyuntura y aseguren su sostenibilidad. Arbaiza soslayó que, siguiendo el ejemplo de gigantes como Alicorp o AJE, las organizaciones deben adoptar una cultura de ejecución y medición constante.
Carlos Aguirre, profesor de los Programas del área de Finanzas de ESAN, analizó en Gestión la delicada convivencia entre el Consejo de Familia (que vela por el legado) y el Directorio (enfocado en la estrategia y meritocracia) en las empresas familiares. Para mitigar estos conflictos, priorizó la importancia vital del Protocolo Familiar: un marco normativo que actúa como árbitro para garantizar que la armonía familiar no sacrifique la competitividad del negocio.
Jhonnatan Horna, profesor del área de Operaciones y Tecnologías de la Información de ESAN, precisó en Gestión que la adopción de la IA no es un desafío tecnológico, sino de gestión del cambio. El docente sostuvo que, para evitar que estas herramientas terminen abandonadas, los líderes deben priorizar la utilidad real sobre la novedad y crear un entorno seguro donde el equipo pueda experimentar sin miedo al error.