Ante un contexto marcado por la incertidumbre y la crisis (económica, política y social), las empresas requieren de profesionales que tengan una mayor adaptabilidad ante los continuos cambios que se dan y sepan resolver imprevistos. De esta forma, se valora que exista rapidez para reajustar planes de trabajo, que se cuente con capacidad para el análisis de datos con alcance predictivo, creatividad para la formulación de soluciones que permitan la continuidad del negocio, entre otras habilidades que se alejan del trabajo rutinario y la operatividad.

También se busca que los profesionales tengan interés en realizar innovaciones y no le teman al emprendimiento, pues una tendencia empresarial muy marcada en los últimos tiempos es el intraemprendimiento, que les permite a las organizaciones realizar nuevos proyectos a través de la autonomía e iniciativa de su fuerza de trabajo. Esto permite generar más valor para la empresa y contribuye a tener una cultura abierta al cambio y a la mejora continua.

Frente a esta coyuntura, las Escuelas de Negocios han tenido que ajustar también su metodología de enseñanza y contenidos, para que los estudiantes puedan estar a la altura de las circunstancias. Por ello, las mallas curriculares de los diferentes programas incorporan: enfoque a retos para la resolución de problemas actuales; un mayor protagonismo de las herramientas tecnológicas, tanto desde un enfoque estratégico como operativo (saber para qué y cómo se utilizan), así como una aceleración del desarrollo de habilidades blandas en los participantes, debido a que si bien los conocimientos son importantes, es crucial saber manejar las relaciones interpersonales y ser un agente de cambio.

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Fuente: Revista G de Gestión.