La importancia de tener la capacidad de adaptarse a los cambios

La importancia de tener la capacidad de adaptarse a los cambios

La doctrina y la realidad señalan que se está frente a la cuarta revolución industrial: la digitalización. Este fenómeno ha generado un cambio muy profundo en todos los ámbitos de la actividad humana y ha atravesado en forma transversal todos los campos del conocimiento, de allí su denominación de tecnología multipropósito.

Por: Horacio Meléndez el 17 Febrero 2017

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Los negocios, como actividad social, no están exentos de la afectación de esta verdadera revolución. Las organizaciones, sus medios, sus recursos, sus actividades y su gente están altamente expuestos al cambio.

Obviamente que cuando se está dentro de la turbulencia revolucionaria propia de un cambio profundo en progreso no se puede observar o inferir el final del mismo, ni el estado de cosas posterior a él o como ha de ser su resultado. Tener una respuesta a esa interrogante es tan difícil como estimar si la velocidad de la evolución se acelerará o se frenará.

Frente a lo expuesto las organizaciones empresariales deben generar estrategias de supervivencia y crecimiento para cumplir estos objetivos últimos enclavados en su esencia. Por lo tanto deben generar mecanismos adaptativos frente a la turbulencia. De allí que ya se habla de empresas adaptables o empresas ágiles como sinónimos.

La importancia de ser ágil

La agilidad estratégica no es un patrimonio exclusivo de las grandes empresas o de las empresas tecnológicas. Todas las compañías, tanto las pequeñas como las medianas y grandes, y por igual las de todos los sectores económicos, debieran ser ágiles. El precio a pagar por carecer de esta habilidad es la desaparición, lo que da algo de dramatismo a la idea.

La importancia de la agilidad aparece frente a organizaciones que compiten, algunas en forma tradicional, otras tratando de ser disruptivas para establecer diferencias, pero ambas buscan triunfar en un entorno altamente competitivo en el que las ventajas competitivas son efímeras como nunca antes.

Las formas competitivas basadas en lo tradicional o en la disrupción no se gestan sobre una industria, se gestan sobre los consumidores que son también muy cambiantes en sus hábitos y preferencias. De allí que se trata de manejar cuestiones volátiles, complejas y de alta velocidad de cambio; por lo tanto el tiempo se transforma en un elemento valioso y debe ser aprovechado por la rapidez de la organización. Se debe recordar que el mundo no se detiene mientras los planes de la empresa se cumplen.

La agilidad estratégica no es un patrimonio exclusivo de las grandes empresas o de las empresas tecnológicas. Todas las compañías, tanto las pequeñas como las medianas y grandes, y por igual las de todos los sectores económicos, debieran ser ágiles. El precio a pagar por carecer de esta habilidad es la desaparición, lo que da algo de dramatismo a la idea.

Nadie se salva

La adaptabilidad, desde Darwin hasta hoy, no es solo para ser pensada a nivel de empresas. Todas las profesiones deberán mostrar agilidad frente a los cambios. La tecnología es una herramienta muy útil, pero no lo es todo. No basta con trabajar empleando una computadora. La clave está en la capacidad de ser ágil ante las transformaciones que se observan y el conocimiento que se adquiere en el proceso adaptativo. Los ejemplos abundan pero tomemos dos: por un lado las impresoras 3D, empleadas por los tecnólogos médicos para lograr avances fundamentales en el desarrollo de prótesis; por otro, las bases de datos, los abogados ahora cuentan con programas para la búsqueda de información legal.

La adaptabilidad implica un proceso de aprendizaje, lo que a su vez implica que aquella es función del conocimiento. En efecto, las organizaciones están frente a un cambio de paradigma que las lleva desde la eficiencia al aprendizaje. Las organizaciones ágiles aprenden todo el tiempo; la eficiencia ya no está en el centro de la escena como paradigma dominante como sí lo está el conocimiento. Pensemos que el costo de producción será insignificante frente al costo del conocimiento.

En este cambio la región se encuentra favorecida desde el punto de vista de su capital humano y social. Se observa que la juventud latinoamericana está interesada en el conocimiento, acaso los jóvenes puedan escalar nuevos negocios en el mundo -en Argentina ya hay varios Unicornios- cosa que nuestra generación no logró. En el caso de Perú se observa que los jóvenes tienen una vocación emprendedora poco común, acaso una de las más fuertes de Latinoamérica, lo cual habla de un futuro promisorio para el país.

¿Está su organización en capacidad de adaptarse a los cambios? 

La agilidad estratégica no es un patrimonio exclusivo de las grandes empresas o de las empresas tecnológicas. Todas las compañías, tanto las pequeñas como las medianas y grandes, y por igual las de todos los sectores económicos, debieran ser ágiles. El precio a pagar por carecer de esta habilidad es la desaparición, lo que da algo de dramatismo a la idea.

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