
La agroganadería peruana necesita innovación, reconversión productiva y gestión eficiente de agua, genética y mercados para elevar su productividad, asociatividad e inclusión y garantizar un crecimiento sostenible.
El agro peruano no está condenado, sino atrapado por costumbres y tradiciones que premian la inercia y castigan la innovación. La lección del Premio Nobel de Economía 2025, concedido a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, es simple y brutal: hay que destruir de forma creativa lo que no funciona y construir una nueva arquitectura productiva.
La destrucción creativa consiste en reemplazar tecnologías, procesos y organizaciones obsoletas por soluciones mejores. Si el riego desperdicia agua, si la genética del ganado no rinde o si la política empuja a las empresas a producir lo mismo de siempre, hay que realizar algún cambio.
Este mensaje práctico puede resumirse en dos puntos. El primero es que la innovación es crucial para elevar la productividad y el valor. El segundo es que se requiere gobernar el cambio, fomentar la competencia y proteger a los colaboradores, no a los puestos de trabajo. En otras palabras, necesitamos más organizaciones que faciliten el movimiento de su capital y talento humano hacia las prácticas que sí funcionan.
Lo primero que se evidenció es un estancamiento por la trampa que constituyen ciertas costumbres en el sector:
Otro aspecto que se evidenció es la predominancia del ganado criollo o cruzado sin especialización. La evidencia de engorde muestra un retorno sobre la inversión (ROI, por sus siglas en inglés) del 3 % al 4 % en ganado no especializado contra un 19 % a 25 % en el caso de las razas cárnicas (Brangus u otras) con dietas similares y una mejor calidad de camal (carcasa). En ese sentido, existe una oportunidad masiva de reconversión genética.
El diagnóstico también nos invita a recordar que la reforma agraria, realizada en el Perú entre 1969 y 1985, igualó la propiedad, pero restó productividad. El Modelo Estratégico de Rentabilidad Agrícola (MERA) propone pasar del reparto de tierra a democratizar la rentabilidad, con la pirámide de valor y factores productivos como el conocimiento, la tecnología, la gerencia y la inversión.
En la actualidad, la meta principal consiste en producir lo que la gente compra y no solo lo que sabemos producir: organización, compras/ventas inteligentes, poscosecha y mercado. En ese sentido, la asociatividad y el escalamiento son condiciones para salir del círculo de la baja rentabilidad.
Existen cuatro obstáculos que toda empresa agrícola debe superar para destruir de forma creativa las prácticas que ya no funcionan:
La primera prioridad de esta hoja de ruta debe incluir el agua, la genética y los estándares (productividad base). En ese sentido, se requiere:
La segunda prioridad está referida a la aplicación del MERA. En este punto, se recomienda:
La tercera prioridad es fomentar una competencia que, a su vez, impulse la innovación. En ese sentido, se necesita establecer una política de competencia a favor de la I+D, revisar fusiones y acuerdos en semillas, acopio y transporte, y abrir espacio a nuevos entrantes. Ya se evidenció que existe una relación en forma de U invertida entre la competencia y la innovación: no debe haber ni muy poca ni demasiada.
La cuarta prioridad implica lograr una flexiguridad rural, entendida como la combinación de la flexibilidad para cambiar de trabajo y la seguridad para los trabajadores (seguros y capacitación). Hay que facilitar la transición de actividades no viables hacia cadenas dinámicas (agrícolas y no agrícolas) y reconvertir a los productores en subsistencia crítica.
Con estas acciones, se busca alinear el crecimiento de la agroganadería peruana con la justicia social: a mayor ingreso por hectárea y hora trabajada, menor agua desperdiciada y mejores empleos. ¿Consideras que esta hoja de ruta es adecuada o debería ajustarse? Déjanos tu opinión.
Referencias
La agroganadería peruana requiere más empresas que faciliten el movimiento de su capital y talento humano hacia las prácticas que han demostrado ser efectivas.
Ingeniero Agrónomo, MBA por ESAN y Doctor en Estrategia y Desarrollo (CAEN). Con más de 35 años de experiencia, es líder en planificación estratégica, agronegocios y sostenibilidad. Es creador del Modelo Estratégico de Rentabilidad Agrícola (MERA), con impacto internacional. Como docente e investigador en la Universidad ESAN, promueve la formación de líderes con visión integral, impulsa la innovación en cadenas de valor rurales y fortalece la vinculación universidad-sector productivo, posicionando a ESAN como referente académico en la transformación del agro peruano y latinoamericano.
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