El gran desafío de Joe Biden

El gran desafío de Joe Biden

Gonzalo Sarasqueta, profesor internacional de la Maestría en Gestión Pública de ESAN, analizó para América Economía qué implicancias tendrá la era de Joe Biden en los Estados Unidos y en la geopolítica mundial. En esta línea, marcó una serie de diferencias con su predecesor, Donald Trump.

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Después de probar lo desconocido, Estados Unidos vuelve a lo seguro. Al establishment. Comienza la era "Joe Biden". Un insider que llega para rehabilitar al sistema. Un moderado radical que sueña con devolverle la rutina grisácea a Washington. Un profesional del poder que buscará recoger y volver a fundir los pedazos de la república del norte. Atrás queda esa aventura llamada Donald Trump.

El primer desafío que tendrá el 46º presidente estadounidense será contener el COVID-19. La nación norteamericana ya pasó las 400.000 muertes, y la tragedia sigue creciendo. En contraposición con su predecesor, que, primero, eligió el negacionismo y, después, la subestimación como política de Estado, el exsenador por Delaware deberá emplear una estrategia sanitaria responsable, eficaz y rápida. Vacunación masiva, concientización social y reducción de la circulación -sin quebrar la economía ni el espíritu liberal del país- serán probablemente sus primeros ejes. A su vez, si logran avances concretos, estas tres medidas sellarán la verdadera hora cero de su mandato. Dicho de otra manera: determinarán cuándo realmente terminó el "ciclo Trump" (con sus respectivas secuelas) y empezó el suyo (con sus respectivos beneficios).

Luego, vendrá la tarea de coser el tejido social. Trump, con su estilo discursivo inflamable y binario, dejó una ciudadanía cortada en dos imaginarios: una cosmovisión liberal, cosmopolita y progresista; y, enfrente, una fuerza conservadora, nacionalista y blanca. Dos dispositivos culturales que históricamente se disputaron el alma de los Estados Unidos. El problema es que, en los últimos años, esa contienda se libró en las calles, no en las instituciones. Los marcos legales brillaron por su ausencia (la toma del Capitolio fue una prueba fehaciente de esto), la furia desplazó a la tolerancia y el ruido reemplazó al diálogo. En fin: los adversarios se transformaron en enemigos.


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Fuente: América Economía.