En el sector agroalimentario peruano, hablar de innovación es abrir una caja de Pandora. Considero que el avance de nuestro sector fue posible gracias a la visión de grandes innovadores y emprendedores que, a finales de los 90 y principios del 2000, rompieron paradigmas al impulsar el cultivo de espárragos, paltas y uvas. Con estos cultivos, salieron de la zona de confort, se convirtieron en los early adopters de la emergente tecnología del fertirriego, abrieron zanjas y domaron el desierto.
Ese mismo espíritu les permitió impulsar el agronegocio del arándano y convertirse en líderes mundiales de su exportación, así como de otros cultivos más. Todos estos logros son frutos de un proceso cargado de esfuerzo, valentía, lucha y empuje. En pocas palabras, estamos ante una narrativa épica. Sin embargo, cabe preguntarse cuáles son los desafíos que deben superar para mantener este crecimiento en el contexto actual.
Durante las últimas décadas, el mundo se ha dedicado a estudiar el emprendimiento y la innovación, y ha descubierto que no solo abarcan libre albedrío energético y un poco de suerte, sino que también pueden organizarse de manera estratégica. Para ello, es importante establecer propósitos holísticos, entender las macrotendencias mundiales e identificar las oportunidades o, mejor dicho, los problemas a resolver.
A partir de aquí, puede diseñarse una hoja de ruta y un pipeline de proyectos, constituir un equipo de talentosos innovadores, abrirse al ecosistema y extender las velas del barco de la innovación para forjar una cultura. Parece sencillo, pero es una aventura compleja y fascinante a la vez.
Si bien tenemos resultados, es claro que existen brechas que nos impiden la consolidación y mantenerlos alertas ante cualquier amenaza. Es un hecho que las organizaciones adolecen de una cultura de la innovación. Es lamentable que, en este sector, hayamos sido invadidos por actores tenebrosos, oportunistas del corto plazo y ejecutivos cuadriculados. Estos personajes atentan contra la implementación de una cultura innovadora que, a estas alturas, debería estar arraigada en el sector.
Otra falencia es la resistencia a la interacción ecosistémica para innovar. Las organizaciones peruanas están acostumbradas a que su manejo, sus procesos y su punto de vista constituyen una ventaja tan competitiva que se cierran al resto. En mi experiencia, me ha tocado ver mucha mezquindad en el sector y una actitud totalmente egocéntrica de algunos ejecutivos. También es cierto que el ecosistema de innovación peruano es muy incipiente, sin mucha inversión de capital de riesgo, poco soporte gubernamental y con un desfase científico de la academia.
Es necesario abrirse a otros ecosistemas y acceder a ideas, prototipos y desarrollos cuyo origen son los polos de innovación de otras partes del mundo. No obstante, es destacable la labor del Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico e Innovación (ProInnóvate), los esfuerzos de instituciones como el Comité Regional Empresa, Estado, Academia y Sociedad Civil Organizada (Creeas) y algunos referentes que brillan con nombre propio y sientan las bases en esta comunidad de innovación agroalimentaria peruana.
Por todo lo expuesto, es imperante la necesidad de contar con estas y otras iniciativas más contundentes, de cara a la promoción de la innovación:
Disminuir la burocracia en la implementación del sistema de beneficios tributarios para las organizaciones que dediquen esfuerzos de I+D, además de incrementar los fondos destinados a los concursos que gestiona ProInnovate.
Constituir mesas de trabajo más colaborativas que cuenten con un enfoque ecosistémico. En estos espacios, es clave que participen altos directivos y dueños de las compañías, con una agenda clara y voluntad por innovar.
Establecer un pipeline de proyectos impulsados de forma directa por el Gobierno para desarrollar nuevos cultivos y productos basados en nuestra riquísima biodiversidad, que no será eterna.
Exigir a la academia una actualización profunda de sus mallas y vincularlas a un trabajo activo en este pipeline.
La innovación es clave en la vida de las organizaciones y constituye un faro que permite explorar el futuro con convicción y proactividad. Por ello, limitarla sería el inicio de una crónica de una muerte anunciada. ¡Promovamos la innovación! ¿Cómo promueves la innovación en tu negocio? Cuéntanos tu experiencia.
Ingeniero Agrónomo de la Universidad Privada Antenor Orrego (Perú). Con especializaciones relacionadas al Fertirriego, Nutrición Vegetal, Gestión Ambiental, Protección de cultivos y Horticultura protegida en varias universidades. Máster en Producción Hortofrutícola en la Universidad de Almería (España) y Máster en Innovación y Emprendimiento Estratégico en la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile). Cuenta con una certificación en el Programa de Alto Desempeño en Sostenibilidad en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos). Ha realizado conferencias y ha sido miembro de Comités Científicos en múltiples eventos internacionales relacionados principalmente al cultivo del aguacate y a las actividades de investigación, desarrollo e innovación. Se desempeñó como Gerente de Innovación en Camposol, logrando importantes hitos para la agricultura, en la transnacional peruana. Actualmente es Consultor en diversas empresas del rubro agroalimentario.
Perú ha logrado desarrollar nuevas variedades de cultivo de sus productos tradicionales, pero es necesario pensar en diseñar una hoja de ruta para impulsar la innovación en este campo durante los próximos 15 a 20 años.
La innovación permitirá a las agroindustrias peruanas posicionar con éxito nuevos productos en el mercado y agilizar su cadena de valor.