
Muchos líderes creen que generan respeto, hasta que descubren con dolor que, en realidad, generan miedo. Aceptar que la influencia se sostenía en el silencio, la tensión o la obediencia forzada implica reconocer que el liderazgo se sustentaba en el temor y no en la confianza. En la práctica, el miedo y el respeto producen resultados distintos de forma radical.
Según la clásica tipología del poder social propuesta por John French y Bertram Raven en 1959, el poder coercitivo se ejerce mediante el temor a la sanción, mientras que el poder de referencia surge de la admiración y el ejemplo del líder. Ambos influyen, pero en direcciones opuestas: uno impone obediencia, el otro inspira compromiso.
Cuando el liderazgo se apoya en el miedo y el castigo, se activa el circuito de amenaza del cerebro: la creatividad cae, los errores se ocultan y las personas cumplen por obligación. La evidencia empírica muestra que la supervisión abusiva produce menor satisfacción, compromiso y bienestar. En este tipo de contextos, la voz del equipo se apaga y la confianza desaparece.
Por el contrario, cuando el liderazgo se basa en el respeto y la coherencia, el poder de referencia se traduce en influencia genuina. Los colaboradores sienten que pueden expresar ideas, pedir ayuda o admitir errores sin temor. Ese ambiente, que la investigadora Amy Edmondson denominó seguridad psicológica, ha demostrado ser la base del aprendizaje y la innovación de equipos.
Un metaanálisis más reciente de Lance Frazier y otros investigadores, que abarcó más de 22 000 participantes, confirma que la seguridad psicológica se asocia de forma robusta con el compromiso, la satisfacción laboral y el desempeño. En otras palabras, cuando se reemplaza el miedo por respeto, la organización no solo funciona mejor, sino que aprende y se transforma.
El verdadero liderazgo no se mide por cuántos obedecen, sino por cuántos confían, aprenden y se comprometen. El poder coercitivo puede lograr resultados inmediatos, pero el poder de referencia construye resultados sostenibles. La diferencia radica en el impacto emocional y cognitivo que el líder deja en su gente: el miedo paraliza, el respeto potencia.
El miedo controla, pero el respeto transforma. Ambos generan obediencia, pero solo uno deja huella. ¿Consideras que lideras desde el miedo o desde el respeto? Cuéntanos tu experiencia.
Referencias bibliográficas
El verdadero liderazgo no se mide por cuántos obedecen, sino por cuántos confían, aprenden y se comprometen.
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